Historia de vida de un Graduado de Narconon México de hace 20 años

Carlos A.F., Graduado de Narconon México
Carlos Alberto Franco, Graduado de Narconon México
 

Hola mi nombre es Carlos Alberto Franco y tengo 49 años.

Viví una infancia bonita dentro de una familia de siete hermanos. Yo soy el tercer más chico. La época de niño fue divertida porque tenía hermanos que me protegían y hermanos que me pegaban. En fin, era un buen show. Todos fuimos creciendo y cada quien fue viviendo su vida de acuerdo a sus edades. Mis padres siempre estuvieron pendientes de mi. Me etiquetaron como “enojón” porque me molestaba fácilmente por lo que me pusieron un apodo: el Pichi.

Me sentía como si fuese el mayor. Fui creciendo y sentía que yo tenía el control. Eso me resultaba divertido, me untaba ceras para peinarme y afeitarme, eso me hacía sentir muy bien. Era feliz, mi infancia fue muy grata.

Seguí creciendo y llegué a la adolescencia y esa etiqueta de “enojón” hizo que me hiciera duro. A los 13 años comencé a fumar tabaco, comenzaron los regaños y yo sentía que no me comprendían. Me hice una idea de que era adoptado y entonces comencé a consumir alcohol. Recuerdo que hasta me corrieron de la escuela porque estaba enseñando a otras personas a fumar. Ese apodo de “enojón” sí fue algo que marcó mi vida.

Empecé a ser amiguero. En el círculo con el que me juntaba todos tomaban; me juntaba con personas más grandes que yo. Yo era un chavo alto, aparentaba ser mayor de lo que era así que era muy fácil que me invitaran a las fiestas, a las borracheras pero yo ni siquiera había cumplido la mayoría de edad. A los 16 años empecé a consumir marihuana. Mis amigos me dijeron que la probara y a todo les decía que sí. Yo tenía que demostrarles que no tenia miedo a nada, fumar me hizo sentir súper bien, me reía, me sentía muy feliz, muy alegre y en ese momento pensaba que era una sensación muy padre. En ese tiempo para mi era como un juego.

Hombre
(Foto de urbazon/iStockPhoto.com)
 

El tiempo siguió su marcha y yo seguí consumiendo cada vez más alcohol, cada vez más marihuana. A los 18 años conocí a Nora, ella era mi amiga, vivimos una amistad muy padre, deje de verla porque yo cada vez consumía más y a ella eso no le gustaba. Pasaron dos años y volvimos a encontrarnos y entonces ahí nació una relación, Nora: el primer amor de mi vida, mi primer y única novia. Duramos un año de novios y después nos casamos porque afortunadamente y desafortunadamente la dejé embarazada. Con 20 años, casi 21, tuve que casarme rápido para que nadie se diera cuenta que estaba embarazada.

Nació mi niña. Me alejé un rato del alcohol y la marihuana pero siendo tan jóvenes, los problemas no se hicieron esperar. Esa situación me hacia sentir mal y regresé a alcoholizarme y a fumar marihuana pero ahora yo la compraba. Ahí comenzó mi caída, me la pasaba buscando a los amigos para consumir y eso generaba más problemas en mi matrimonio. Así fue durante 8 años, no podía explicarme por qué pasaba esto y sin darme cuenta empecé a consumir cocaína. Ahí todo cambió, la sensación era mucho mejor, pero con el tiempo comenzó a hacer su trabajo. Si de ya de por sí yo era “enojón”, pues con la cocaína permanecía todo el tiempo alterado e irritado. Todo se salía de control, me volví súper problemático, queriendo pelear con quien fuera. Sentía que yo las podía todas, que era el rey y que nunca me iba a pasar nada. Afortunadamente físicamente no me pasó nada pero me estaba muriendo poco a poco. Duré muchos años consumiendo cocaína pero de repente apareció el cristal y pues ahí dije “la droga perfecta para mí”. Yo podía hablar, podía estar platicando sin que se dieran cuenta (según yo) de que yo estaba drogado. Bebía demasiada cerveza porque el cristal es muy caliente y necesitaba algo fresco para que me quitará esa sensación de calor. Esa fue MI perdición. Empecé a consumir cristal todos los días: en todo momento, a toda hora, porque es lo que me hacía sentir bien para trabajar, para convivir, para todo. No sentía cansancio, casi no dormía, Obviamente estaba mal, la relación con mi esposa se volvió aún más difícil.

Sin darme cuenta comencé a lastimar a mi hija. Ella era una bebé; yo decía que no le pegaba. Empecé a vivir en una realidad muy diferente a lo que verdaderamente estaba ocurriendo, buscando cualquier pretexto hasta enojarme para discutir y así poder tener la justificación de irme y perderme durante días.

Familia
(Foto de Nattanon Kanchak/iStockPhoto.com)
 

Trabajaba mucho porque la droga me lo permitía y comencé a ganar mucho dinero, le daba a mi esposa todo lo que me pedía, cubría todas las necesidades queriendo tapar la situación con dinero. Pero eso me hizo caer aún más, empecé a comprar a la familia.

“No me digas nada, aquí está el dinero” “¿no vives bien?” y otros eran los argumentos que usaba. Esta forma de vida me fue perjudicando más porque sentía que merecía libertad para seguir haciendo lo que yo quisiera, tomando una posición de soltero, me iba yo solo, viajaba a otros estados y dejaba a mi familia sola.

Mi esposa comenzó a darse a cuenta, ya era evidente. Ella comenzó a reclamarme pero yo en realidad la tenía sometida, se hacía lo que yo decía.

Llegó un momento en el que ya solo me la pasaba encerrado en mi bodega. Me drogaba solo, ya no quería convivir con nadie. Una noche que recuerdo muy bien, estaba muy drogado y le pedí a mi esposa platicar con ella. Ella me dijo que si, yo hablando, hablando, hablando sin mirarla solo hablando hasta que se hicieron las 3 ó 4 de la mañana, ella sentada cerca de mi. Cuando pude tomar valor, me di vuelta para mirarla y vi que estaba dormida, yo la tenia ahí y me di cuenta en ese momento que yo ya no estaba viviendo, que estaba muy mal. Tener a mi esposa ahí, aguantando por temor a mi reacción, soportando a un adicto, eso me dolió mucho. Recordé que mi hermana, tres años antes, me había entregado un folleto de algún centro de rehabilitación. En ese momento recordé que estaba en un cajón. Fui hacia mi cuarto, abrí el cajón y ahí estaba justo encima, ese folleto que me habían dado tres años antes y que estaba ahí, como esperando. Me armé de coraje, los llamé y resulta que ese folleto era de Narconon Mexico. Hice una cita y al día siguiente me recibieron. Pero no me quedé. Llegué a mi casa y mi esposa me preguntó como me había ido. Le respondí que normal. Era difícil renunciar a la droga y alcohol.

Como aún no me decidía, mi esposa y mi hermana fueron a Narconon para que las asesoraran e hicieron todos los arreglos para que me internara. Hablaron con mis padres y todos ellos trabajando hacia un mismo propósito, en menos de un mes, simplemente me avisaron que ya estaba todo listo para que me internara. Sorprendido, lo único que dije fue “está bien”. El día que ya me iba a internar me puse renuente y me escapé. Mi familia me buscó y al encontrarme, mi esposa habló conmigo y me hizo ver que ya era necesario hacer algo. Me subieron al carro y ya me llevaron a Narconon. Cuando llegué a la Retirada sentí un alivio, ya no había nadie con quien quedar bien. A partir de ese momento ya no fingí, simplemente empecé a aceptar que ya estaba ahí y que era una oportunidad de cambio.

Pensé que la Retirada iba ser muy difícil ya que llevaba mucho tiempo siendo adicto. Cuando llegué me sentía mal, muy introvertido, tenía dolor por todo el cuerpo, dolor de cabeza, realmente me sentía mal. Comenzaron a darme vitaminas y ayudas y eso fue calmando el dolor, Las vitaminas fortalecieron mi cuerpo y los procesos de los Objetivos me ayudaron a no pensar. Todo ello permitió que el síndrome fuera desapareciendo. Estuve como 3 días en Retirada. Me sentía renovado incluso hasta les comenté que estaba listo para irme.

Al salir de la Retirada hice un curso en el que aprendí a confrontar y esto me ayudó para poder hacer el resto del programa.

El siguiente paso fue la desintoxicación en sauna. Al hacerlo comencé a oler lo que yo había consumido que era el cristal. Durante el tiempo en el sauna sentí como si estuviera drogado y esa sensación fue muy difícil para mí. Me preguntaba qué estaba pasando, sí yo ya me sentía súper bien, cómo era posible que me sintiera como si estuviera drogándome de nuevo. Continué con el sauna y entendí que eran todas las toxinas que estaba expulsando de mi cuerpo. Con el pasar de los días comencé a sentir los beneficios. Yo todavía fumaba mucho tabaco y un día decidí dejar de fumar y pensé: “voy a salir de todo, cigarro alcohol y drogas” y lo cumplí. Al terminar mi desintoxicación me sentí muy bien físicamente. Me había recuperado y ¡¡¡estaba libre de drogas y tabaco!!!

Después pasé a la Academia que disfruté mucho. Todo pasó a ser muy hermoso porque podía disfrutar de la naturaleza y de todo lo que me rodeaba. Renació el amor por mi esposa, nuevamente comencé a valorar a mi familia. Mi esposa siempre me apoyó, cada domingo iba a visitarme y esa mujer a la que yo había dejado botada para ir a drogarme, estaba ahí junto a mí, apoyándome a pesar de todo. Cuando se iba después de la visita, yo realmente la extrañaba mucho a ella y a mis hijos pero también eran mi fortaleza. Obviamente el respeto hacia ella empezó a crecer mucho, el amor que empecé a sentir era real; nunca lo había sentido así ya que todo mi matrimonio hasta ese momento yo me la había pasado drogado.

El programa me dio la oportunidad de empezar a vivir un matrimonio y tener una familia. Aprendí a reconocer a las personas que realmente benefician a mi vida y a quitar a las que solo dañan, recuperé mis valores, mi ética, mi integridad y amor propio, pude entender que debía hacer acciones para poder tener una vida estable y seguir creciendo. Mi esposa se sentía feliz porque cada vez que venia a visitarme veía un cambio, hasta me volví romántico. Esa fue unas de las ganancias más grandes que experimenté: ¡¡¡poder vivir todo con realidad!!!!

Comencé a disfrutar la vida y obtuve las herramientas para enfrentarla.

“Hoy llevo 20 años libre de adicciones, desde que terminé mi programa en Narconon México. Sigo viviendo plenamente, tengo el mismo amor por mi esposa y por mis hijos que sentí dentro del programa. Recuperé la confianza de mi madre y hermanos”.
Narconon México
Narconon México
 

Hoy tengo 20 años libre de adicciones, desde que terminé mi programa en Narconon Mexico. Sigo viviendo plenamente, tengo el mismo amor por mi esposa y por mis hijos que sentí dentro del programa. Recuperé la confianza de mi madre y hermanos.

He tenido que confrontar situaciones difíciles y el programa me enseñó como enfrentarlo. El control con el que salí me permite tomar decisiones y afortunadamente casi todas han sido correctas. Es muy hermoso el haberme reencontrado conmigo mismo. Yo, en Narconon, tuve un encuentro con Dios.

He tenido la oportunidad de ayudar a personas que se encontraban en la misma condición de adicción que yo y ahora disfruto verlos bien y felices.

¡Hace 20 años Narconon México salvó mi vida! Hoy tengo una vida feliz, plena y libre de adicciones. Amo a mi esposa, a mis hijos y ahora a mi nieto. ¡Narconon me dio la oportunidad de reencontrarme!

Carlos Alberto Franco, Graduado de Narconon México

AUTOR

Hazel

Secretario de Diseminación Narconon México

NARCONON MÉXICO

EDUCACIÓN Y REHABILITACIÓN DE DROGAS